20 junio, 2010

Los humanos son muy distintos a las ratas, las moscas, o a cualquier otro animal, (en lo referido a la reproducción).

“Impulsado al aumento de su especie, por un instinto igualmente fuerte, la razón interrumpe su comportamiento, y se pregunta si acaso esto no podrá significar traer seres al mundo para los cuales no tendrá después el sustento. Los efectos de este control preventivo son complicados en el hombre. Este cálculo anticipado es peculiar al ser humano y surge de la notoria superioridad que le es propia, de sus facultades de razonamiento, que le permiten sacar consecuencias distintas.”

La cita anterior, es, -créase o nó,- de un clérigo anglicano profesor de Historia moderna y de Economía Política que vivió en la Inglaterra de los albores de la revolución industrial: el reverendo Thomas Malthus. Claro que está tomada de un escrito de su etapa de madurez. En su juventud, Malthus enunció lo que sería llamada su “teoría” de la población, cuyo postulado fundacional puede decirse que fue el que sigue:

….“Creo que puedo sentar honradamente dos postulados: primero, que el alimento es necesario para la existencia del hombre,; segundo, que la pasión entre los sexos es necesaria, y permanecerá aproximadamente en su estado actual. Esas dos leyes, desde que tenemos algún conocimiento de la humanidad, parecen haber sido leyes fijas de nuestra naturaleza; y así como hasta ahora no hemos visto en ellas alteración alguna, no podemos concluir que algún día dejarán de ser lo que son ahora.
Suponiendo pues, que han sido aceptados mis postulados, digo que el poder de crecimiento de la población es indefinidamente mayor que el poder de la Tierra para producir las subsistencias para el hombre. La población, cuando no es regulada, crece en una proporción geométrica. Las subsistencias crecen únicamente en una proporción aritmética.
En virtud de la ley de nuestra naturaleza, que hace que el alimento sea necesario para la vida del hombre, los efectos de esos dos poderes desiguales deben ser igualados. Esto implica que hay que contener severa y constantemente el crecimiento de la población como consecuencia de las dificultades para su subsistencia”.

Esto es el párrafo principal de un panfleto anónimo publicado en 1798 y que se tituló: “Ensayo sobre el principio de la población en cuanto afecta al futuro mejoramiento de la sociedad; (con observaciones sobre las especulaciones de Mr. Godwin, Mr. Condorcet y otros escritores)”. Este escrito tuvo un profundo impacto en la sociedad anglosajona de la época, y su influencia se ha proyectado hasta hoy; en todo el mundo, y principalmente en Occidente. El autor, que muy pronto debió darse a conocer, dada la celebridad que adquirió, tenía entonces treinta años, y era un cura rural, soltero y, puedo suponer, aburrido, que no pretendía más que hostigar un poco a los pensadores utópicos de su época, Godwin, Condorcet y otros, como tan diáfanamente lo expresa en el mismo título.
Ni por casualidad se le habría ocurrido enunciar una “teoría” de la población, en el sentido estricto del término, sino que solamente buscaba un fundamento para replicar a los utopistas, una especie de “divertimento”, nacido de una intuición del momento, que tuvo el efecto de una bola de nieve lanzada por la pendiente, que termina convirtiéndose en avalancha.
Años después, Malthus declaraba:
“El Ensayo, fue escrito sin pensarlo, con los pocos materiales que estaban a mi alcance en un pueblo rural. Los únicos autores consultados fueron Hume, Wallace, A. Smith y Price.”
A consecuencia de su repercusión y de la celebridad ganada, Malthus ocupó el resto de su vida en recopilar antecedentes para la demostración de los postulados del “Ensayo”, y así como tenemos que en su versión original éste constaba de algo más de una docena de páginas, en las ediciones sucesivas se fue convirtiendo en un tratado cargado de centenares de páginas de estadísticas de todo el mundo, todas las que en vida pudo recabar.
Es decir, la conclusión primero, los datos después, exactamente lo contrario del método científico, y en el transcurso del tiempo Malthus derivó su atención desde el enunciado original, hacia las causas que él observaba de que la población no tuviera un crecimiento explosivo en todo el mundo, lo que creía ver en Inglaterra.
Sus conclusiones fueron que los obstáculos para el desbordamiento de la población mundial eran de carácter principalmente “positivo” (así los llamó), en los países atrasados. Esto es, las guerras, las epidemias, las hambrunas, etc., y postuló, para el mundo “civilizado” (es decir, Inglaterra), la adopción de los obstáculos “preventivos”, es decir, restringir los nacimientos, antes que esperar que la naturaleza o las guerras se encargaran del eliminar seres humanos.
A esto lo llamó “restricción moral”, y sólo se limitó a promover la postergación del matrimonio; en sus palabras, “la restricción del matrimonio por motivos de prudencia, con una conducta estrictamente moral durante el período (célibe) anterior a éste”.
El mismo practicó la receta y se casó con una de sus primas a la edad de 38 años.
Malthus no defendió la limitación de los nacimientos mediante artificios preventivos. Como clérigo que era, sólo defendió la “restricción moral”, en los términos ya expuestos.

Todo el horror que vendría después, debe cargarse con más precisión (aunque con similar injusticia) a los llamados ”neomalthusianos”, los que tomaron el postulado fundacional de Malthus y lo siguieron estirando y retorciendo hasta límites que habrían sido inconcebibles en un principio. Pero en el origen del movimiento encontramos hombres de gran estatura moral e intelectual, pensadores notables que serían los primeros en horrorizarse de poder ver el espectáculo actual de las derivaciones de sus teorías.
Francis Place, inequívocamente iniciador del “neo-Malthusismo”, abogó abiertamente por la restricción artificial de los nacimientos, pero nunca dejó de defender que tal cosa debía ser una opción voluntaria e individual. Las ideas de Place fueron adoptadas, desarrolladas y difundidas posteriormente por Carlile, Owen, Knowlton, Bradlaught y Annie Bessant, etc.
En 1883 se publicó el trabajo fundacional de Galton, donde se planteó por primera vez la doctrina de la Eugenesia. Basándose en los postulados de su primo Darwin, el que a su vez fue un admirador declarado de Malthus, Francis Galton postuló que mucho más importante que preocuparse por cuestiones de número, sería la cuestión de la calidad, y más aún, contando ya con algunas nociones de la naciente ciencia genética, habría que abocarse al “mejoramiento” de la especie humana. Declaró que debe emplearse severamente la fuerza para impedir la propagación libre y fácil de los que están seriamente afectados por la locura, la debilidad mental, la criminalidad habitual, y el pauperismo. “Que no haya más hijos indistintamente, sino más hijos de la mejor clase y menos de la peor” .
Sabemos ahora donde terminaban las ideas de Galton: en un lugar llamado Auschwitz.
De la aceptación de la anticoncepción como política, externa a la libre opción individual, idea que está implícita y explícita en la eugenesia, a la aceptación del aborto inducido e intencional, hay, en realidad, un paso muy corto. Un paso que Occidente dio desaprensivamente en el pasado siglo, con la sola oposición de la iglesia católica, aunque con poco éxito.

De las ideas de Malthus brotó, como rama lateral, el Ecologismo actual, la ideología del “somos demasiados para este planeta”(*), o del “si todos quisieran vivir como nosotros, el planeta se revienta”, muletillas predilectas de ese movimiento antihumano.

Del mismo modo podemos apreciar, con espanto, como las ideas malthusianas y neomalthusianas vienen cristalizándose en una Europa que se muere de vieja; una Sociedad de matrimonios tardíos, donde se crían más perros falderos que niños, y donde el aborto ha llegado a ser una práctica normal, un método más de restricción de la natalidad; Latinoamérica sigue el mismo camino, y no hay mucha esperanza de que esto se pueda revertir. Nadie sabe qué pasará con las opulentas sociedades actuales cuando el número de ancianos pensionados supere largamente al de trabajadores activos; nadie sabe qué ocurrirá con los servicios médicos, la seguridad social, la innovación, el desarrollo, cuando los que solo desean (y merecen) abocarse al descanso lleguen a ser la mayoría.
Menudo problema.
Todo lo que se está viendo es lo contrario de lo que intuyó Malthus: de vez en cuando contemplamos horrorizados cómo en Europa se botan los alimentos como leche o trigo simplemente porque su precio no es del agrado de sus subvencionados agricultores, y simultáneamente nos llegan noticias de sus cada vez menores tasas de fecundidad, que ya no alcanzan ni de lejos para mantener la población actual. Esto es exactamente el escenario opuesto a las previsiones maltusianas, que postulaban la explosión demográfica y la escasez de alimentos. Esto no impide que el ambiente intelectual esté plagado de “neomalthusianos”(**).
Me entero de que España tiene una nueva ley de aborto. Otro engendro progre, me imagino, y supongo que será para hacerlo más expedito y fácil. Para eso los socialistas son lo mismo en cualquier parte del mundo. Extrañamente Marx no fue malthusiano; antes bien, criticó acerbamente las ideas de Malthus, pero en esto ha prevalecido la postura del socialismo anglosajón, iniciado por los Owen (padre e hijo).
Los más conspicuos salvadores del clima de hoy, fueron también los más convencidos antinatalistas en las décadas anteriores; la “population bomb” fue su anterior caballo de batalla, y también dijeron, en su momento, que “la explosión demográfica es el problema más acuciante de la humanidad”, lo que hoy dicen del imaginario “cambioclimático”. La salvación del clima, y el “somos demasiados en el planeta”, son en realidad, caras de un mismo dado.
Mientras el boss se ocupaba de la instrucción de miss Mónica Lewinski en el salón oval, Al Gore fue, ni más ni menos, el jefe de la delegación yanki a la “cumbre” de El Cairo de 1994, donde intentó, sin ambages, imponer el aborto como política poblacional para las naciones pobres de Africa, lo que le valió un choque frontal con El Vaticano y los paises islámicos.

Es de lamentar, y mucho, la defección de los paises católicos de Europa, y particularmente doloroso es el caso de España, otrora baluarte mundial de la Fe católica, y potencia evangelizadora universal. Nadie, en toda la Historia, hizo más por difundir el Evangelio Cristiano en el mundo que los reyes católicos de España. Y esto es independiente de los desmanes que puedan haber perpetrado algunos de sus esbirros. Su descendiente actual, sin embargo, no ha sido más que un cero a la izquierda incapaz de detener la campaña antinatalista- y abortista en su propio reino.



(*) Es interesante analizar las derivaciones de esta falacia: del “somos demasiados para este planeta”, surge espontáneamente la noción de que hay humanos que están sobrando. Claro que siempre son los “otros” los que sobran. “Somos” demasiados para este planeta, claro, pero los que sobran “son” otros: los que tienen la piel de otro color (no blanca, para decirlo de algún modo) por ejemplo, como lo prueba la pretensión de Al Gore en El Cairo en 1994, y las campañas de las ONGs para regalar condones en Africa, con el pretexto de prevenir el SIDA. O los que practican otra religión, o los que por cualquier motivo se nos antojen muy diferentes de “nosotros”. Hoy día, el “progresismo” no puede aparecer como racista ni fundamentalista religioso, así que los que “sobran” son los que aún no han nacido. Así no encuentran ningún freno moral para promover la esterilización y el aborto; al fin y al cabo, un niño en gestación puede ser un ser vivo, pero no necesariamente un ser humano, como ha dicho cierta buenamoza pero muy tonta ministra progre.
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(**) Urgando en “Elmundo.es” (poner "Malthus" en el buscador) me he encontrado con algunas perlas:

Como esta, por ejemplo:

“De la misma manera, si se suministran cocinas de butano a la población india, se reduce la contaminación sobre las cocineras y sus familias, pero al aumentar la eficiencia, se pueden hacer mas comidas calientes en vez de frías, y aumenta, de hecho, la emisión neta de CO2.”.
¡(¿autor? …….¡Exacto: ! …. Antonio Ruiz de Elvira)

“El colapso climático/energético, cuando llegue, al menos nos volverá a nuestro lugar en la naturaleza.
Al final estoy pensando, como Lovelock, que quizás es mejor que haya fracasado Copenhague y que avancemos como locos hacia el colapso: Un buen shock a veces vuelve a los locos de nuevo a la cordura.
A veces.”

(del mismo filósofo),.

Y esta otra, del maestro Lovelock:

“Excelente pregunta. Malthus tenía razón. De habernos mantenido en mil millones, la cifra que él daba hace 200 años (¿?), talvez no tendríamos que enfrentarnos ahora a la muerte a gran escala. Pero habrá supervivientes,……”

o esta….

“Gracias por su pregunta sabia. Desgraciadamente, no se puede detener el calentamiento global. Si, por algún arte de magia, paráramos todas las emisiones de CO2 mañana mismo, el planeta se calentaría más rápido. Debemos hacer una retirada sostenible de este nuestro mundo insostenible. Probablemente desplazándonos hacia regiones más frescas, como el ártico……”